Un silencio necesario
Tumbada frente al mar en la fresca habitación de olor a maderas y aceites florales caí en la cuenta; Estaba en la posición correcta para ver con claridad lo que antes parecía complejo.
Por fin navegaba en el silencio sin necesidad de buscar el puerto seguro de las palabras. Un estado nuevo, un nuevo aprendizaje, tal vez una nueva versión de mi.
Ese silencio, no es absoluto, forma parte de los sonidos naturales de Phi Phi Don, una de las maravillosas islas del archipiélago del sur de Tailandia. El silencio sucede a la vez que todo lo demás. Está fuera y dentro de nosotros y su enseñanza es provechosa, solo que a veces es complicado reparar en su sabiduría porque es duro dejarle hablar pues siempre dice la verdad.
Desde lo alto del Wan Spa se contempla la vida en la isla. Una deliciosa rutina adornada de flores, como la Champaca, una variedad de magnolia amarilla del que se extrae un aceite de exquisito aroma. Una rutina madrugadora de aguas turquesa y deliciosa brisa.
Podría decirse que los detalles son la base de este estilo de «lujo». Materiales nobles, decoraciones sencillas e interés por cuidar las tradiciones, las suyas, muy viva en su deliciosa y explosiva gastronomía, y las adquiridas…como la hora del té, entre las tres y las cuatro.
En pleno mar de Andamán, encontré más respuestas en el silencio que en todas la fluidez de las palabras y conversaciones que me venían pesando por su intensidad. Porque la mayoría de conversaciones están sobrecargadas de conceptos abstractos. Tanto intercambio y fluctuación de ideas nos deja a veces noqueados, con necesidad de buscar espacios en blanco o en azul , que también resulta estimulante para refrescar las ideas.
Se dice que se sabe si has conectado con alguien, amigo, amante o compañero, cuando puedes permanecer con esa persona en un silencio prolongado sin que resulte incómodo. Este silencio amable y expresivo no es en absoluto un signo de descortesía sino una nueva forma de comunicación.
Para esta periodista, a la que en ocasiones le cuesta descansar, encontrar la tranquilidad del silencio con la vida de fondo es un placer pintoresco…digno de ser pintado con palabras, porque hay palabras en el silencio, las justas y precisas, las que tienen algo que contar.
Antes de explorar la parte más espiritual de Tailandia, deja que te hable de lo más peculiar, aquella que en nada se parece a nuestro Madrid, Vigo, París o Buenos Aires.
¿Qué me dices de un mercado a pie de vida de tren? Pues que lo más importante es no golpearte la cabeza con los toldos y apartarte al menos un momento antes de que pase el tren. Resulta algo tan rutinario para los comerciantes de la zona que sin apenas drama recogen sus mercancías para que el comboy pase, saludan a los pasajeros y lo vuelven a poner. Y así continua el intercambio de Bats, pinchos de rana, especias, mangostanes (altamente antioxidantes) frutas del dragón y golosinas rabiosamente picantes.
¿Qué me dices de un mercado flotante en plena naturaleza? Pues que disfrutes de casi dos horas de curiosas compras sin desembarcar. Solo con observar cómo viven estas personas, entres su puestos y sus hogares flotantes, siente uno una especie de sorpresa y alivia al comprobar que ninguna sociedad tiene la respuesta completa a las incógnitas del ser humano, sino que hay muchas formas de vida.
Los lugareños se hacen con las largas barcazas con maestría y paciencia, y aunque el tráfico fluvial es denso, no hay choques, ni pitidos, y muchos menos malas palabras.
En los templos de Bangkok
En Tailandia, arte y religión han evolucionado juntos, como en nuestra cultura occidental. Veo en los templos de Bangkok el mismo espíritu que en la construcción de una catedral gótica, aunque con lenguajes bien distintos. Sea en piedra o en cerámicas vidriadas aquí hubo hombres que miraron al cielo con la intención de hacer del silencio solemne una forma de sincera oración.
En el siempre encendido Bangkok el aire, como un secador de pelo, parece que empujase a adentrarse cada vez más en la vibración de sus calles, a subir a un piso cada vez más alto en sus modernos edificios, aunque siempre tienes la sensación de que te queda otra nueva puerta por abrir, de que esta ciudad no se deja conocer del todo.
Poca miseria. Aunque mucha humildad en las gentes y en las barriadas. Existe en Bangkok un estado de tranquilidad y ocupación que arrastra todos los miedos. Cada uno se dedica a lo suyo, hay amabilidad, se percibe una cierta gratitud por el hecho de estar vivo, de vender algún artículo de sus puestos callejeros, de tomar una sopa o reír sin más por cualquier asunto sencillo. Sus ceremoniosos modales son el vehículo para imbuirte en un ritmo de amable cadencia…cómo dice una buena amiga tailandesa: «No hay necesidad de discutir»
El Grand Palace sorprende por la grandiosidad de los templos que componen el complejo y por las distintas actitudes de las esculturas que los custodian, como los Singh, leones legendarios que velan por la divinidad.
Dadas las altas temperaturas, aquel día buscaba la sombra de los espacios sagrados con pantalón largo de algodón y pies descalzos.
El Grand Palace se construyó coincidiendo con el cambio de capital de Siam de Thonburi a Bangkok en 1782 por decisión del rey Rama I. Todo el complejo resplandece por la utilización de cerámicas vidriadas, pan de oro y piedras en las fachadas.
Alrededor de los templos, recorro galerías adornadas con preciosos artesonados en cubiertas planas y frescos que ilustran episodios religiosos pero sobre todo, escenas de vida y costumbres de la corte. El detalle y delicadeza de estos frescos en los que abundan el oro y los tonos tierra es sorprendente y obliga a seguir con la mirada el desenlace de cada narración que nos plantean.
Podría decirse que es una forma de narrar cercana a nuestro gótico, cercana a las obras de los maestros italianos de transición al renacimiento. Así que más que los conceptos, priman lo descriptivo y el detalle.
La estatua del Buda Esmeralda se encuentra en templo personal del rey. Parece ser que la estatua fue realizada en La India y que su legítima ubicación en Bangkok sigue siendo discutida por los habitantes de Laos y Camboya. Desde lo alto de su plataforma, similar a un retablo occidental, el pequeño Buda observa las oraciones de quienes creen en su magnánima presencia pero también la admiración y respeto de los ajenos a su religión.
Este Buda afortunado, hecho en jade, cambia de atuendo según la estación, siendo todas ellas de riquísimos materiales. Tipo escudo imperial, tipo poncho, un fondo de armario bastante interesante para un pequeño Buda.
En el Templo de Wat Po se encuentra el Buda reclinado más grande de Tailandia. ¡Y ahí lo tienes! 46 metros de largo y 16 de alto en brillante pan de oro.
Desde su confortable posición, los conos de sus cabellos representan toda su sabiduría y bondad. Este ufano Buda tumbado observa como los visitantes depositan monedas en los cuencos de los pasillos que rodean su ilustre figura. Esta costumbre de dejar limosna alude al concepto budista del valor de la generosidad y del noble acto de compartir lo esencial. Hoy día compartimos imágenes constantemente, ¿Cuáles de ellas aportan algo esencial y cuales solo nos distraen de lo que de verdad importa? Ya sabes, la tecnología plantea constantemente reflexiones humanas.
Al otro lado del río
Cruzando en el abarrotado ferry el río Chao Phraya, espina dorsal de Bangkok, el faro llega al templo Wat Arun o de Aruná (dios del amanecer), Temple of Dawn, Templo del amanecer. Qué palabra tan prometedora en cualquier idioma «Amanecer»
Desde lo alto del prang (torre) se contempla la vida en la otra orilla, y más allá, los ecos de la ciudad de Bangkok. Los destellos de las piezas cerámicas de la propia pirámide proyectan sobre el agua turbia del río una coreografía de luces verdes y doradas.
Esta torre representa el monte Meru, de gran simbolismo en la cultura hindú y se finalizó en el siglo XVIII. Las torres laterales que escoltan la torre principal están dedicadas a Phra, el dios del viento.
El templo está rodeado de jardines y pequeños templetes abiertos donde los monjes budistas oran y charlan. Otros en cambio se dedican a más mundanos placeres, como comer o fumar …curioso, pero cierto.
Si me detengo un segundo en la enseñanza budista, materia que no es mi función analizar, sí puedo compartir con vosotros que según me explicó mi guía, uno de los preceptos más importantes del Budismo es respetar la vida y dar, porque entienden que dar es la mejor forma de recibir.
A través de la redes sociales millones de personas comparten sus experiencias, muchos mostramos vivencias relacionadas con los viajes y abrimos en otros el apetito por dejar sus escenarios conocidos para adentrarse en nuevas representaciones de sus propias vidas.
Mientras el arte pueda servir de punto de unión entre personas, aportar ideas y romper barreras yo seguiré cogiendo aviones, barcos y canoas. Y si bien empecé alabando las cualidades del silencio, termino esta crónica recomendándote que nunca rechaces una buena conversación, ¡Nunca! , pues puede que en su eco encuentres el silencio necesario y amable para afrontar tus retos. ¡Hasta pronto!
Estupendo e intimista relato, lleno de buenas sensaciones y reflexiones personles. Muy sugerente y hermoso.
Gracias Mercedes
Me encanto tu viaje y tus descripciones de todo lo que viste. La verdad es que apetece ir a dar una vueltita a ese país tan bonito.. Saludos y muchos besos
Gracias Begoña, te esperamos este año en una de nuestras visitas guiadas en Madrid, gracias por tu apoyo también las redes sociales de El faro de Hopper, un abrazo!