Te entrego las sobras
del beso que fue,
regalo forzado por la vaga insistencia que suplican unas rodillas sedientas de ser amadas.
Laureles al viento, victoria alcanzada,
Corono de gloria tu ausente mirada,
para perderme en la ansiedad del » quiéreme por favor», aunque sea por unos momentos.
Te finjo dorados, te prometo flores en manto teñido de falsos amores.
Lo hice por ti, querías amor. Me lo dijo tu hombro desnudo, tu aroma a jazmín, tus talones cansados de suplicar besos, tu melancolía disfrazada de primavera.
Lo hice por mí, quería tenerte. Me lo dijo tu cuerpo tembloroso, tus dedos expertos en acariciar culpa, tu pelo escondido en redes de libertad.
Levanta tu cuerpo, que quiero besarte y dejar de sentir que suplicas mis labios.
Abre los ojos mientras yo me arrodillo, que quiero sentir lo que es mendigar besos, aunque sea entre un manto de flores caducas.
Maldita superficie, si fueses más profunda…
Cuando Gustav Klimt pintó El Beso, con láminas de oro y estaño mezclado con óleo sobre lienzo, apenas había comenzado el siglo XX, un siglo en el que la pintura nos llevó de Secesionismo de Viena y del Cubismo hasta los grafittis…increíble ¿No crees?
Klimt fue un rebelde, no vivió para complacer a nadie y sus obras, que hoy hemos sensuales y sutiles, fueron consideradas excesivas y escandalosas. Existe un cierto conflicto de dimensiones en los fondos de Klimt, llenos de misteriosa plenitud dorada que nos imbuye hacia adentro. ¿Quienes son sus dos protagonistas? Los mitológicos Apolo y Dafne en su beso antes de convertirse en laurel, tal vez…o tal vez dos amantes como alguna vez los has sido tu y como volverás a serlo.
Cristina Castillo es Coach, Experta en Inteligencia Emocional y colaboradora de El faro de Hopper
Puedes explorar más poetica en torno a Klimt en este artículo; El raro arte de vivir.
Maravilloso 🙂
Gracias amigo