Bacon sí dibujaba
Esto, o algo parecido, son los titulares que estos días coronan los artículos sobre la nueva exposición del Círculo de Bellas Artes «Francis Bacon. La cuestión del dibujo» Son directos y descriptivos, como debe ser un buen titular.
Pero yo, desde el faro, con estas vistas privilegiadas a todo lo sentido y aprendido sobre Bacon, tengo la sincera intención de ser hoy menos periodista y más narradora. Porque creo que así interiorizamos las grandes historias de nuestra vida, a través de un buen relato. Así que, si sigues leyendo, seremos tinta en manos de Francis Bacon, del artista y del hombre, ambos irrepetibles.
Por supuesto que Francis Bacon, uno de los artistas más grandes del siglo XX, sabía dibujar, ¡ y de qué forma! Bacon llegó a reconocer ante el crítico David Sylvester que realizaba dibujos, aunque insistió en que no los usaba como bocetos para sus grandes obras. Ahora, que el velo ha caído y la verdad brilla rotunda podemos contemplar la gran calidad de la obra gráfica de Bacon, dibujos a lápiz, pastel y collages, sin más intermediarios que la intimidad o la tensión que se crea entre quien nos mira desde el cuadro y nosotros. En estos dibujos está la pura esencia de Bacon, lo mires por donde lo mires. Está en los colores, en los ojos vivos, en las bocas feroces y en la serenidad que surge de esa violencia que subyace en todas sus obras. Aviso, estos dibujos tampoco son complacientes ¿Por qué iban a serlo? ¿Acaso Bacon lo fue alguna vez?
Estos dibujos no son parte de un proceso creativo son obras de arte en sí mismas, escenas de gran formato, cuidadas y debidamente firmadas por el artista que no escatimó en ellas ni un ápice de su talento. Bacon las pintó en Italia, dónde se evadía de su fama, un arma de doble filo. Pertenecen a la última década de su vida y el propio Bacon se los regaló a su gran amigo el periodista Cristiano Lovatelli Ravarino. Precisamente el italiano recuerda que fue él quién compró para Bacon el compás con el que realizó los círculos que rodean los ojos de sus retratos. Círculos perfectos que enmarcan miradas congeladas en el tiempo lento de la gran Historia del Arte y que por suerte han llegado intactas hasta nosotros.
En esta exposición están los cuatro grandes temas de la producción artística de Bacon, los que desarrolló a lo largo de toda su vida. Los Papas, (con el Inocencio X de Velázquez de fondo, siempre latiendo; Las crucifixiones, la tuya, la mía, todos llevamos nuestra cruz ¿Verdad?, Bacon también tuvo la suya…Los retratos, los de sus amigos y los suyos propios; y Las figuras sentadas, hombres de negocios, amantes perdidos, la imagen de la melancolía pasada por la visión del, a veces tímido Bacon, otras en cambio maestro del brindis.
Así es, del brindis, Fernando Castro Flórez, Historiador y crítico de arte comenta que Bacon realizó a lo largo de su vida los más hermosos y originales brindis, «por tu belleza, por tu juventud, porque eso es la vida y sin eso carece de sentido»
Precisamente estos días estoy leyendo sobre Pompeya, y esto me recuerda a la expresividad de Bacon. Sus figuras son víctimas de un movimiento volcánico que no las desplaza ni a un lado ni al otro. Solo remueve su interior con un espasmo similar al del Vesubio al romper la tierra fértil, dejando sobre los rostros la huella visible de fuerzas que no podemos ver pero sí sentir, quedando solo intacta la mirada, como último rasgo de humanidad.
¿ Y los fondo? Un despliegue brillante de color, al igual que en sus obras sobre lienzo. En estos dibujos, Bacon maneja el color y su capacidad de equilibrar la obra de manera excepcional. Como lo hacía su admirado Velázquez, Bacon es capaz de crear espacio de la nada, con apenas una mancha, con apenas una linea. Si lo trasladásemos al lenguaje de la moda Bacon es la pura esencia del «menos es más» sus obras nunca necesitaron atrezzo.
Esas manos rosas de los Papas de los dibujos de Bacon parecen argamasa informe, incapaces ya de tomar las riendas de la vida, una masa que parece haberlo exprimido todo….
¿Y el Bacon de carne y hueso? ¿Era un hombre desencantado? Desde luego era capaz de asumir las certezas en las que él creía, en sus propias palabras «No creo en nada pero siempre me alegra despertarme por las mañanas(…) Nunca estoy deprimido (…) creo que la vida no tiene sentido y sin embargo me excita (…) siempre creo que está a punto de suceder algo maravilloso» tanto él como su querido van Gogh encontraban una verdad más digna en la pintura que en la propia realidad.
Y hermosas contradicciones. Todo lo pulcro que Bacon era en los planteamientos de su pintura lo robaba de su espacio físico, pues su estudio, más cercano a un estercolero que a un espacio habitable le servía de taller de experimentación desde las paredes al suelo…él necesitaba caos para crear y no tenemos nada que reprocharle. ¿A quién no le asusta la fragilidad de la vida? …debemos comprender que hay quienes encuentran sosiego en el orden y quienes lo encuentran en la más absoluta anarquía.No podemos obviar que la muerte y el desamor azotaron la vida de Bacon y sus obras de confesionario laico de esas herida del alma.
Pero no olvidemos que esta colección existe fruto de una gran amistad y como se sincera Cristiano Lovatelli Ravarino «Para mí, Bacon fue más que el artista más grande de su tiempo, fue el ser humano más bondadoso y sensible que he conocido»
Reflexiona además Lovatelli sobre Francis Bacon como el último artista moderno del Renacimiento y precisamente esta cultura valoraba el dibujo casi por encima de la pintura. De Bacon, de su vivencia personal e incluso de su relación con la mítica galería que promocionó su carrera mucho podría contarnos Lovatelli, pero como bien dice el ilustre galerista Ernst Beyeler (Fundador de la feria de arte Art Basel Basilea) «La obra de una artista se impone o no se impone» y en el caso de Bacon su obra habla por su misma, sin necesidad de que hagamos surcos de sabuesos en su intimidad.
Al finalizar la rueda de prensa charlé con Umberto Guerini, Presiente de la Francis Bacon Collection of the drawings donated to Cristiano Lovatelli Ravarino, institución de la que proceden los dibujos de esta muestra.
–¿Qué pasa con Bacon? -pregunté informal pero correcta- ¿Qué pasa con Bacon, que por mucho que cargue su obra de angustia al final siempre resulta elegante? …
–Ahhh, (me sonríe) –Es que Bacon es un gran artista, un auténtico artista que además pasa su vida observando a otros genios
Desde luego, Signore Guerini…sin duda esa es una de las claves, tan importante como que la obra de Bacon contiene las angustias vitales del artista que acaban siendo las de sus contemporáneos. Tras la Segunda Guerra Mundial eran tiempos difíciles para ser persona…pero ¿Acaso no son difíciles todos los tiempos?
Los hombres sentados de Bacon, viven enjaulados con su melancolía en maravillosos azules, naranjas y rosas que los ayudan a trascender a un más allá muy humano, porque Bacon no creía en lo divino, sin más. ¿ Qué tienen las obras de Bacon para ser atemporales? pues modestamente, veo en ellas un relato sincero con el que todos podemos conectar, incluso las personas que rechazan a Bacon.
Tal vez es que en el fondo Bacon toca asuntos muy tangibles, por ejemplo las bocas. Su obsesión por la mueca y los dientes nos acerca más al dibujo de un niño impactado por una película de terror que a una reflexión que exija complejas interpretaciones y juegos mentales.
Durante años, planeó sobre estos dibujos la sombra de la «falsificación» lo que en el mundo del arte es equivalente a desertar en una guerra. A día de hoy, (procesos judiciales incluidos) Todo apunta a que son auténticos, hijos legítimos del el artista irlandés.
Para validar esta autenticidad no solo se comprueban declaraciones de quienes recibieron estos dibujos de manos del propio Bacon sino que se han estudiado de forma científica el estilo y los materiales empleados para ellos. Resulta paradójico someter a la punta de un lápiz a un interrogatorio ¿No crees? pero también Bacon somete a sus figuras a una especie de periplo interrogativo en bucle bajo una luz blanca, una luz fría, por eso sus figuras parecen presencias en tierra de nadie, solos sin más, solos en la antesala de la más profunda melancolía…y a saber lo que viene después.
Al igual que Edward Hopper, Bacon fue un artista disonante en su tiempo, tiempo de abstracción e informalismo. Michael Leiris, crítico de arte y amigo del artista dijo que «Bacon no es un artista expresionista» refiriéndose a que no practicaba este estilo de pintura propia de Pollock o RothKo. Esta declaración de Leiris fue muy del agrado del artista, ya que Bacon no comulgaba con tales estilos plásticos. Bacon siempre fue un artista figurativo, como Hopper, como Picasso, como Miguel Ángel. Pero es precisamente esa «figuración desfigurada» de Bacon lo que, a mi juicio, es capaz de engullirse la abstracción de un violento bocado.
Si pensamos en los lagos cromáticos de Mark Rothko, hermosos y valientes, podrían quedarse en ocasiones algo mudos ante la furia narrativa y visual de Bacon, pero eso depende de cómo te sientas cuando mires…Porque el arte no nos impacta siempre de igual modo, lo que hoy te revuelve, mañana te complace y el mes que viene te deja indiferente para volver a conmoverte un año después, porque el arte habla de la vida, siempre habla de la vida, incluso cuando retrata muerte.
«Francis Bacon. La cuestión del dibujo» hasta el 21 de mayo en el Círculo de Bellas Artes.
Enhorabuena! muy buen artículo. No cabe decir nada mas.