Paseaba por el mercado de Villagarcía de Arosa. Era el último sábado de junio pero la lluvia desmerecía la mercancía veraniega y la gente empezaba a emigrar de los tenderetes a los cafés. Los comerciantes recogían su género y musitaban con resignación la escasez de la caja. «¡Tengo pulseritas finas, de las que te valen para una boda o para salir con las amigas!», canturreaba en su improvisada tienda una mujer con salero. «¡blusas y tops de marca, de boutiques buenas, por 15 euritos que este año se lleva el rosa fucsia!» contraatacaba una veinteañera desde el puesto de enfrente. El público del mercado, en su mayoría mujeres, madres con hijas, hijas con amigas, madres con hijas y nietas, se refugiaban bajo los soportales o chocaban con sus paraguas, hasta que de pronto de la intersección de dos callejuelas surgió un grito de revolución:
«¡Venga chicas que llegan las veraneantes y roban los maridos!»
Me volví como Penélope ante la voz de Ulises, Zas!, la primera reacción fue como si se hubiese parado el tiempo, pero de pronto, esas madres con sus hijas, esas hijas con sus amigas, esas madres, con sus hijas y sus nietas, se arremolinaron ante el puesto. Tocaban los bikinis, comentaban, se los pasaban entre ellas y empezaron las primeras compras. «Total estamos en junio, aquí en dos días pasamos del invierno al verano». De pronto la lluvia no importaba, la motivación de estrenar bikini era más fuerte y esque aquel sabio gitano sabía que para vender hay que tocar la tecla de las emociones. En la primera agencia de comunicación en la que trabajé me decían «hay que adelantarse a las necesidades del cliente», en la segunda «hay que aportar respuesta al cliente antes de que te hagan la pregunta» y en el mercado aprendí que no sólo hay que saber lo que el cliente desea sino también lo que teme, y saber darle la solución. Cada marca tiene su sueño y su pesadillas, su anhelo y su temor. Desde Comunicación y Marketing tenemos que saber entenderlo. ¿Mujeres hermosas que roban maridos? bromas a parte, en Villagarcía sobran belleza y encanto y autóctonos y veraneantes nos llevamos bien, pero aquella mañana de lluvia se vendieron más bikinis, sólo por si acaso.
Muy bueno
Gracias! fue toda una lección de estrategia, me alegro que te guste
Sería interesante analizar la «comunicación ambulante», al fin y al cabo tienen siempre un trato directo con sus clientes y mensajes muy recurrentes jajaja 😉
Me encanta Leti!!!
Muy bueno!!!
Que bueno lo de la comunicación ambulante Gemma! Y todas a comprarse bikinis que nos roban a los maridos! 😉
Cierto, la estrategia aprende del la espontaneidad
Es una estrategia de marketing, tan antigua como Hispania…, que consiste en comunicar, informar, dar a conocer o hacer recordar la existencia de un producto a los consumidores, así como persuadir, estimular, motivar o inducir su compra, adquisición, consumo o uso.
Vamos, lo que hacían las tenderas de las plazas con los romanos ocupantes en el siglo I, o, más tarde, con los Visigodos de turno…
Poco ha cambiado en nuestra piel de toro desde hace siglos…, según nos muestras…
Como la vida misma, ademas el miedo es un arma muy importante Oimos fuego y corremos aunque el que lo diga solo quira encender el cigrrillo.
Muy bueno Leti.
Qué bueno tu símil del fuego y el cigarrillo María, tienes toda la razón a veces el miedo no nos deja asimilar bien la i formación, pero ahora sin temor voy rumbo del mercado de Villa, como sábado que es espero encontrar allí nuevas y geniales ideas!
Qué bueno Leti! me ha gustado mucho, desde luego pocos saben hacer mejor marketing que los comerciantes ambulantes…y llevan siglos así 😉
A seguir así!
Saludos
Cristina Hontanilla
http://ecommerceymarketing.wordpress.com/
Gracias querida Cris, ahí vamos!
Ayyyyy… divina emoción… ¿A dónde iríamos a parar sin ella? En cualquier caso y a donde sea, pero con bikini.
Gracias Leticia!
Gracias a ti por asomarte al Faro