Hay un halo femenino en el Museo del Prado, un halo más intenso que el de las pinturas con rostro de mujer. Se trata de la memoria y los trazos de aquellas mujeres que utilizaron los pinceles como bandera de libertad en una revolución sin sangre, pero con óleo.
Clara Peeters es una de estas mujeres pintoras en un mundo de hombres, como lo es también mi admirada «niña de Cremona» Sofonisba Angissola. A Clara Peeters su época, el siglo XVII, no se lo puso fácil, aunque ella se hizo fuerte en su talento para dotar a su legado artístico de rostro y nombre propio. ¿Quieres conocer sus secretos? Quédate ahora con el faro y exploremos juntos «El arte de Clara Peeters» en el Museo del Prado (hasta el 19 de febrero de 2017)
Os presento a Clara Peeters, una mujer con talento que trabajó en Amberes, al igual que el gran Rubens y su genial discípulo Antonio van Dyck. Como explica el Comisario de esta exposición, Alejandro Vergara, a día de hoy todavía se sabe poco de Clara Peeters, sin embargo, la mayoría de obras que podemos ver pertenecen a los fondos del Museo del Prado que ha preparado con mimo esta muestra examinando obra a obra y estudiando la cultura material de la época.
¿Qué es eso de cultura material ?
Decimos que los objetos propios de una época concreta forman su «cultura material» es decir, dentro de dos siglos, el móvil, el ipad y todos sus familiares formarán parte de la cultura material de nuestra tiempo, y como tal serán estudiados.
La cultura material nos habla de cómo vive y se comporta una determinada sociedad, a qué da valor y cuales son los símbolos que le dan sentido. Las copas, los platos, las jarras, son testigos discretos de momentos especiales. Ellos están presentes como notarios del paso del tiempo en la alegría, el encuentro y en la intimidad.
Es precisamente una deliciosa sensación de intimidad lo que experimenté al recorrer esta exposición en la que hay belleza plástica e ingenio intelectual. Es además, una puerta a las mesas o aparadores del barroco europeo, una invitación a descubrir la sutileza con la que Clara Peeters retrató su época.
Platos de porcelana azul pintados con cobalto o con lapislázuli, suntuosos saleros como símbolo de riqueza, pues la sal era un elemento preciado en la Europa del siglo XVII, así como también lo eran el queso, y las alcachofas. ¿Y qué me dices de las elegantes mantelerías y copas de cristal de Venecia? Clara Peeters fue además la primera pintora en introducir pescados y mariscos en una naturaleza muerta, un tipo de alimento que encaja perfectamente en los ayunos sin carne de la cultura religiosa de la época.
Para entender el valor de estos objetos de mesa y hogar no podemos olvidar que Clara Peeters pintaba para un público refinado y culto. Una clase social que no solo poseía hermosos objetos materiales, sino que además los coleccionaba. Como la famosa colección de porcelana de la Casa de Austria.
Pero, tal vez te preguntas ¿Por qué esta virtuosa pintora centró su obra solo en producir bodegones?
En aquel momento no estaba al alcance de las mujeres acceder a los estudios de anatomía que sin embargo sí manejaban sus colegas de profesión masculinos en academias y talleres.
Digamos entonces que la joven Clara se decidió a plasmar lo que le era accesible, esos objetos que formaban parte de su cultura material cotidiana. Pero como para toda mujer audaz, encontrar un camino para expresarse, o en este caso un género pictórico, no fue suficiente, así que se empeñó en dotar al bodegón de otras sorpresas..y lo logró, como sus autorretratos reflejados en objetos.
¿Qué te parece? He aquí una original y elegante manera de reafirmar su autoría, de decir a sus contemporáneos, «Soy artista, soy mujer, y quiero tener voz en mi profesión» Clara Peeters demuestra no solo su maestría manejando texturas, reflejos y efectos de la luz en su obras sino también una capacidad se desafiar finamente a los códigos de su época digna de quitarse el sombrero, Chapeau, Querida!
Resulta complicado apreciar los autorretratos de Clara Peeters en los objetos en una fotografía pero te esperan en el Prado.
Muy bonito texto.