«Lo bello de la vida» (cap 11) -íntimo y personal- «Verde sobre morado, 1961» Mark Rothko

Cuando en las visitas guiadas nos detenemos ante esta obra, nadie sabe lo mucho que significa para mi.

Hace unos años, ante esta obra, comprendí hacia donde quería encaminar mis pasos y algún otro asunto de vital importancia, y ante ella, sin drama, sino con emoción, decidí hacerlo y así lo hice.

Desde entonces, he pasado muchos ratos sentada ella; Sola, pensando tranquila. A veces tan embebida que olvidaba que la pintura seguía ahí. Cuando vendí mi coche amarillo Veronés ,ahora tengo uno blanco Sorolla, le dije al comprador: «He tomado grandes decisiones sentada en este coche» , su sonrisa me indicó que me comprendía. Mi coche también era una mancha en el paisaje, mi enérgica pincelada en el horizonte.

Me gusta observar los rostros de las personas mientras explico esta obra. Noto que cada uno está viajando a un pensamiento concreto, hacia algo íntimo y personal. De pronto, sin darnos cuenta nos evaporamos de la sala para entrar en nuestro templo interior.

Hoy en «Lo bello de la vida a través del arte» un instante de espiritualidad

«Verde sobre morado, 1961» Mark Rothko

Sin título «Verde sobre morado» 1961 Mark Rothko. Museo Thyssen

 

La que aquí escribe es creyente…Ah!  pero el gran asunto es en qué creer 

¿Tú crees en Dios? ¿En este Dios o en otro dios? ¿Crees en la ciencia? ¿Crees en ambos?

Un chico de 39 años me preguntó mientras fumábamos en la puerta de un restaurante esto mismo que yo te pregunto ahora.

– Entonces ¿En qué crees?

Veníamos de una conversación en grupo, nada místico, muy animado, eran solo las diez y media…La noche por delante.

-En la bondad – le dije- ¿Te parece ingenuo?

-En absoluto- afirmó al instante (tenía una voz muy bonita)

Cuando escribes con la ilusión de que te lean, te preguntas a veces si realmente puedes ser tú mismo, no vaya eso a ofender a nadie…hoy tenemos la piel tan fina, los matices son tan endebles. Sin embargo, otra de las cosas en las que creo es en la inteligencia y sensibilidad de las personas, y por supuesto en su empatía.

-Se muy poco de arte – me dicen algunos al comienzo de las visitas

-Pero estás aquí- les digo- Así que estás abierto a comprender y disfrutar

Mark Rothko era alcohólico, pero no voy a detenerme en la tragedia de su vida, sino en su capacidad de agitar la nuestra y en la importancia y la belleza del legado que nos dejó.

Rothko simboliza una nueva espiritualidad, igual que ciertos usos de las redes sociales simbolizan para mi la nueva pornografía, la de abrirse en canal sin dejar nada para tí mismo. Nada.

Justo el año en que pintó esta obra, 1961, el MOMA de Nueva York le organizó una exposición retrospectiva. El expresionismo o impresionismo abstracto estaba de moda.

Estaba de moda como lo sigue estando hoy pararse delante de una mancha y pretender ver algo racional, algo coherente. Se ladea la cabeza en actitud de orante y se lleva un dedo a los labios para absorber así toda la esencia de la obra.

No es esto una burla a la manera en que observamos el arte, pero yo, que suelo observar  a quien observa, reconozco que hay algo de cómico en el ritual de mirar un cuadro. Más allá de esto, admiro a quien se concede el tiempo para que esa observación  le lleve a algún lugar dentro de sí mismo. Para mí esa es la clave.

Yo te puedo contar que esta mancha verde que flota sobre una superficie morada podrían ser veladuras de un pensamiento que se repite. Aquí no hay nada a lo que agarrarse, la abstracción pura, «la abstracción de lo sublime» , como lo llamó Robert Rosenblum, te lleva a replantearte el suelo bajo tus pies.

Mark Rothko comparte generación con  Jackson Pollock y es contemporáneo de Edward Hopper y sin embargo, es tan distinto del uno como del otro. Rothko esconde el gesto, el trazo, a diferencia de Pollock y está alejado de la figuración y de la narración a diferencia de Hopper, Rothko elimina todo para dejarnos la desnudez del color, para desvestir nuestras almas, si estamos dispuestos.

No hay peligro alguno en mirar hacia dentro,  y aunque no siempre parezca el momento adecuado,  esta obra pretende que lo hagas, te seduce con inciensos desconocidos, te envuelva en los aromas de tu propio abanico personal, porque este cuadro huele a lo que hueles tú.

Tal vez Rothko pintó un campo de batalla, tras la Segunda Guerra Mundial, o un retablo para entrar el encogimiento en tiempos de angustia. Pudo querer crear una habitación vacía para la meditación o incluso abarcar la profundidad en la madrugada.

Si tanto cuesta descifrarla  ¿Por qué la miramos tanto? En realidad, todavía me pregunto si soy yo la que mira la obra o si es ella la que me mira a mí;  De tanto que nos hemos visto ya nos vamos conociendo.

Entonces vuelvo a preguntarte, ¿En qué crees? ¿En que estamos aquí de paso ó que podemos trascender si hacemos algo por alguien?

Lejos de incomodarme, esta obra me aporta la tranquilidad de saber que si siento felicidad, si siento pasión, si siento el pálpito del reto de los días, incluso si siento a veces duda o inquietud, es porque tomé el camino correcto, es porque mi alma continúa viva.

Un abrazo desde El faro de Hopper

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