No puedo obviar que para mí el artista que con más soltura y maestría hizo de su familia su más bella fuente de inspiración fue nuestro Joaquín Sorolla.Cada vez que vuelvo a su pintura me doy cuenta de que la alegría y paz que me aporta no se agota, no se gasta.
Dicho esto, al despertar, hoy vino a mi mente una escena llena de encanto que me sonríe a menudo en nuestras visitas guiadas de arte al Museo del Prado (justo al lado de un precioso van Dyck que exploraremos en futuras ocasiones)
En estos días estáticos de corona virus e informaciones cruzadas, la única verdad es que no es momento para el desánimo sino para la tranquilidad y la esperanza. Dos haces de luz que en muchas ocasiones se ven reforzadas por nuestras relaciones familiares.
Con toda franqueza me atrevo a decir que la familia puede ser un refugio que te acoge y te cuida, o un trampolín para tus ilusiones y proyectos, pero también una losa, y en determinadas circunstancias cualquiera lo comprendería.
–¿Doctor, es normal que a veces sienta el deseo de deshacerme de algún miembro de mi familia? de forma indolora, ¡claro!
–No se preocupe…es una patología común, yo la sufro los domingos, el lunes se me pasa
Y es que, jocosa o no tan jocosamente, puede que todos tengamos ese familiar al que no quieres ver ni en un cuadro. En cambio a otros, prácticamente les debemos la vida, no solo en lo fisiológico sino en lo emocional.
Hoy «Lo bello de la vida a través del arte» explora ese campo de relaciones humanas tan complejo, que tantas buenas pinturas y brillantes novelas ha dado.
– Pasa, pasa; Esta también es tu casa.
«La familia del pintor, 1622» Jacob Jordaens
Casarte con la hija de tu maestro era algo común entre las familias de artistas de Amberes en el siglo XVII. De ahí que a nadie sorprendiese que el joven Jacob entablase tan sagradas e íntimas relaciones con la dulce aunque a veces geniuda Catharina van Noort (hija de Adam van Noort) que antes de ser maestro de Jacob Jordaens lo había sido de Rubens, con quien el artista que nos ocupa llegó a trabajar en varios proyectos.
Este retrato, puede parecer tradicional e incluso impostado a primera vista, pero, sin duda, trata de sublimar uno de los pilares de la sociedad ¿Acaso no ha sido la familia un salvavidas en tiempos de tormenta?
Tal vez hoy más que nunca, la familia, con la que convivimos; ó la familia, que añoramos, sea la que mantenga nuestro espíritu libre de todo virus, lejos de todo mal.
Sin más redeos te dejo con la obra y enseguida te doy más detalles
Si Rubens y su discípulo Antonio van Dyck son los grandes maestros del Barroco del norte de Europa, a la muerte de ambos artistas, Jacob Jordaens se convierte en el más celebre pintor flamenco. Pero esta posición no responde tan solo a la desaparición de los citados artistas, sino al propio trabajo de Jacob Jordaens; Un conjunto de pinturas brillantemente ejecutadas desde el punto de vista ideológico, formal y estético.
¡Hazte cargo, amigo! No era fácil competir con el éxito comercial y social del talentoso e inteligente Rubens, pero no iba por ello nuestro pintor a desanimarse, pues en la carrera de la vida, el éxito es a veces el último plato de la carta y sin embargo, si trabajas sin tenerlo en cuenta más ricamente lo podrías saborear. No en vano, vivir de lo que uno ama ya podría considerase un éxito personal sin réplica ¿No crees?
Así que afinando la mirada, precisamente de éxito es de lo primero que nos habla este retrato de familia, con pintor dentro.
Jacob Jordaens se autorretrata junto a su familia en un elegante espacio interior ajardinado, algo parecido a un majestuoso porche. Aunque su postura parece un tanto informal por la pierna derecha apoyada en la silla, vemos como su mano reposa en el sillón, lo que responde a fórmulas cultas y clásicas del retrato de su tiempo. Tampoco se nos presenta con las manos vacías, ni con ningún elemento que nos indique su oficio, sino que sostiene un laúd, una forma de decirnos que se entretiene con actividades aristocráticas.
Su porte es bastante noble, su gesto muestra determinación y su gorguera de lino abollonada parece rezumar aromas de un hogar confortable.
En toda esta pintura los rostros son formidables, ya que Jordaens esconde el rastro del pincel para dejar solo a la vista una pátina trasparente de apariencia de porcelana, siendo a la vez fiel a cada rasgo del sus modelos.
Está documentado que Jordaens tuvo tres hijos. En este retrato el artista aparece junto su esposa Catharina van Noort, que abraza tiernamente a su hija mayor Elizabeth. De pie, una criada pulcramente vestida sostiene un cesto de uvas. Brillantes y apetecibles uvas que pareen recién lavadas por un leve aguacero de otoño. Uvas verdes, azules, doradas; Si el retrato en conjunto es bueno, el cesto en solitario es un espectáculo sensorial.
Como buen hijo de pañero, Jacob Jordaens se deleita pintando las calidades y cualidades de las telas. Trabajo que se aprecie en los pliegues de las faldas de las mujeres, sobre todo en el mandil de la joven del sombrero, en la que notamos también el contraste entre la rigidez de su golilla, al estilo Médici, y la finura de la filigrana de encaje dorado que la remata. También apreciamos la delicadeza del encaje blanco de las mangas la esposa, que resaltan sobre su vestido de tafetán de seda negro.
Elizabeth, la niña, destaca por el precioso contraste del azul de su pañuelo ( un azul entre cobalto y lapislázuli) y el deslumbrante amarillo de su falda que se salpica en su blanco mandil, haciendo que todo en la niña sea alegría. ¡Da gusto verla!
En la piel de los protagonista, trasluce la salud emocional y económica de este conjunto familiar. Pieles levemente sonrosadas y miradas muy vivas, que parece que nos narran lo próspera que debía ser su existencia en el momento que esta obra se pintó.
A lo largo de su vida, Jacob Jordaens trabajó en numerosos proyectos relacionados con acontecimientos políticos, como la ejecución de los cuadros diseñados por Rubens para los arcos triunfales destinados a recibir al cardenal-infante, Fernando de Austria, como nuevo gobernador de los Países Bajos en 1634. Y aunque Jordaens nunca salió de Flandes, su fama le llevó a trabajar para Felipe IV y para la reina Cristina de Suecia entre otros. Incluso, a pesar de su fervor por la causa protestante, resulta curioso que no declinase encargos de temática católica.
Volviendo al retrato, a los pies del pintor, la cabecita del perro nos haba de fidelidad y arriba a la izquierda, junto a la escultura del putto (el angelote alado) un loro de cabeza azul y amarilla parece recoger a través del color las horas de juego de la niña, que se está criando en un ambiente de variados y refinados estímulos.
Por cierto, siempre que contemplo retratos antiguos de familia, cabo preguntándome que habrá sido de los niños, de esos niños que han pasado a la historia por los pinceles de sus padres o de los artistas contratados para tal tarea.
Estas tardes, de bastantes horas de lectura, me han hecho recalar en un pensamiento que bien podría resumir la difícil tarea que están realizando los padres y los profesores.
«Los niños nunca han sido buenos en escuchar a sus padres, pero nunca han fallado en imitarlos» (James Baldwin, activista y escritor afroamericano)
Un Abrazo desde El faro e Hopper
Si quieres disfrutar de los capítulos anteriores de «Lo bello de la vida a través del arte» Aquí te los dejo.
Capítulo 1- Amanecer con Claude Monet
Capítulo 2- Tardes de Piscina con Robert Doisneau
Capítulo 3- Creer en uno mismo con Alberto Durero
Capítulo 4- Una tormenta con Walter De María