La primera vez que me planté ante un Rothko sentí que si me centraba en ese cromatismo velado que abre un túnel hacia dentro mi mente se quedaba desnuda ¿Y sabeís qué? Que sentí alivio.
Por fin pude apagar mi intelecto y quedarme solo con la parte animal que vive en mi. No tenía nada que interpretar, ni símbolos, ni perspectivas, ni narración, ni objeto, sólo color, color, color, color y silencio. (Estamos ante el Impresionismo Abstracto), Sí, el de Monet, pero a lo bestia.
¿Un cuadro rojo? ¿rojo y rosa? ¿un cuadro negro? (al que podemos enfrentarnos en el Museo Reina Sofía) Pues sí, eso es, una macha de color compleja, que alberga multitud de texturas y que se expande a tu alrededor y si la dejas, dentro de ti.
Para Mark, que en los años 20 llegó con sus padres a Estados Unidos huyendo del antisemitismo ruso, sus pinturas necesitaban del espectador para funcionar. La obra no se terminaba en el estudio sino en el espacio expositivo, contigo y conmigo delante. Incluso el ambiente en el que eran expuestas sus obras era importante para la vivencia que éstas planteaban. Pero, realmente, ¿De qué nos están hablando estos enormes cuadros a base de manchas de color?
De la voz interior, de las contradicciones y ambivalencias que todos llevamos dentro. Si quieres no se lo cuentes a nadie, son tus cosas, pero déjatelas sentir. ¿Significa que sus obras turban o incomodan? al menos a mí no, pero plantean una experiencia más profunda y personal que un Tiziano.
Tanto en el Tate Modern de Londres como en el Guggenheim de Nueva York mi apetito crecía, un Rothko, dos Rothko, tres Rothko, no eran suficientes quería más. Así que lo busqué y lo encontré dentro de mí. Entonces comprendí modestamente su grandeza…su capacidad de intimar con el espectador y de transmitirle un susurro de conciencia, de hablarle de la complejidad, drama y serenidad que conviven a la vez en nuestro mundo.
Mark estudió en Yale, pero lo dejó, pues no hacía falta la violencia para mostrar qué poco gustaban los judíos en la reputada institución. Estados Unidos contaba con dos clases de judíos, los que tenían mano para los negocios y los que importaban una refinada sensibilidad y cultura, y Mark pertenecía al segundo grupo. Ante la pregunta «¿Cuánto tarda en hacer uno de sus cuadros?» él contestaba, «Tanto como los años que tengo» , un hombre siempre en búsqueda.
Aunque su existencia estuvo marcada por el abatimiento y el rechazo a las costumbres de su sociedad, que le parecían frívolas, encuentro que Rothko es ese badén que obliga a reducir la velocidad en una marcha acelerada y a repensar el sentido de la historia, de los cambios y de la propia vida, si te apetece hacer esa reflexión, pero siempre desde un punto de vista visceral. No esperes disfrutar un Rothko con el cerebro, sino con el corazón y el estómago.
Te animo a explorarlo y a sentirlo, ¿Sabías que empezó pintando arte figurativo fascinado por Matisse? , escenas en el metro neoyorkino…..de nuevo Matisse que con el Fauvismo encendió la llama de tantos artistas posteriores. Y nada más por hoy…busca a Rothko y permítete hacer este viaje, sin miedo.
Poético e íntimo, la inmensidad del espacio vacío que nos abruma , connotado eso sí con las tonalidades de color para conectar con nuestra percepción, nuestra memoria. En toda su complejidad.
Es increíble las fuerzas que despiertan una representación tan simple pero muy oportuna y que oculta toda la complejidad interna de su concepción. Lirïsmo emocional en su mayor pureA y delicadeza
Enhorabuena por el artículo . Cada vez escribes mejor, me ha gustado mucho. Bs
Rothko tal cual. Lo definen mal aquellos q hablan del pintor del color. Rothko es el pintor de las emociones . Fantástico artículo
Gracias Kike un placer tenerte en el faro, la verdad que Rothko tiene mucho que decirnos y efectivamente, opinó como tú, el color es solo un vehículo para él l eso sí, lo hace suyo!